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CRÍTICA

LA TELEVISIÓN ABIERTA CHILENA: UNA ERA QUE SE APAGA FRENTE AL AVANCE DE LOS MEDIOS DIGITALES

ChatGPT Image 17 may 2025 04 34 49 p

 

Mientras la televisión abierta colapsa y el canal nacional necesita más de 24 mil millones solo para sobrevivir, los medios digitales regionales demuestran eficiencia, compromiso y cercanía territorial sin apoyo estatal. ¿Por qué no invertir en el futuro en vez de seguir financiando el pasado?

 


Durante décadas, la televisión abierta en Chile fue el principal canal de información, cultura y entretención. Sin embargo, su modelo está colapsando. TVN, el canal estatal que debía representar a todos los chilenos, es hoy el símbolo de una crisis estructural profunda: una política de sueldos exorbitantes, una desconexión con las verdaderas necesidades del país y una falta de visión frente al nuevo ecosistema mediático lo han llevado prácticamente a la quiebra. ¿Cómo se justifica que en un canal que arrastra pérdidas millonarias, algunos rostros y periodistas sigan recibiendo sueldos de millones, mientras el contenido decae y las audiencias migran a la internet?

Hoy en la nueva realidad de los medios de comunicación, los grandes canales siguen operando con estructuras pesadas, desconectadas y anacrónicas. TVN, que requiere más de 24.000 millones de pesos solo para mantenerse a flote hasta 2026.

Pero este no es solo un problema de TVN, sino de un modelo completo de televisión que se niega a morir, pidiendo millones de pesos para sostener rostros caros, contenidos reciclados y un centralismo mediático que excluye a las regiones.

Esta situación evidencia que el viejo modelo de televisión abierta no sólo está agotado, sino que también está siendo sostenido artificialmente, mientras el país entero avanza hacia nuevas formas de comunicación. Hoy, los medios digitales independientes han tomado la delantera: informan en tiempo real, tienen cercanía territorial y comunitaria, y operan con costos mínimos y esfuerzos humanos enormes. Sin embargo, enfrentan una barrera estructural aún más grave: el abandono económico del Estado.
 
¿Qué se podría hacer con esos mismos 24.000 millones? La respuesta es clara: se podrían crear dos canales digitales profesionales por cada región del país. Con equipos locales, periodistas comprometidos, producción propia, contenido cultural, educativo y comunitario. Canales modernos, eficientes, conectados con las realidades territoriales, que informen desde el lugar donde ocurren las noticias.
Es hora de que Chile deje de subsidiar medios obsoletos y comience a apoyar a quienes realmente sostienen la comunicación en regiones y territorios. Medios como www.rancaguatv.cl, uno de los primeros digitales de la Región de O’Higgins, llevan años informando con compromiso, sin respaldo financiero, bloqueados por un sistema que privilegia a las grandes cadenas mientras deja en el olvido a quienes hacen patria desde las comunicaciones locales.

El llamado es claro: el Estado debe reorientar su mirada. Si se quiere fortalecer la democracia, la descentralización y la pluralidad informativa, debe apoyar a los medios que han resistido sin favores ni privilegios. La televisión abierta se apaga; lo que se viene —y ya está ocurriendo— es la consolidación de los medios digitales. Y es hora de que las políticas públicas lo comprendan.

CHIQUI AGUAYO Y EL OCASO DEL HUMOR EN CHILE: ENTRE LA IRREVERENCIA Y LA PROVOCACIÓN

 CHIQUI AGUAYO Festival del Huaso de Olmué 2019 2019 01 19 18Imagen de Carlos Figueroa Rojas, disponible en Wikimedia Commons bajo licencia CC BY-SA 4.0, >enlace de la imagen / Por www.rancaguatv.cl


 

La comedia en Chile ha experimentado un declive progresivo en los últimos años, y pocos exponentes reflejan esta decadencia con tanta claridad como Chiqui Aguayo. Su presentación en el Festival de Viña del Mar fue el epítome de lo que muchos consideran el ocaso del humor: una mezcla de vulgaridad, garabatos y provocaciones disfrazadas de irreverencia.

Lejos de la agudeza y el ingenio que caracterizaron a grandes humoristas del pasado, Aguayo opta por el camino fácil del humor escatológico, las anécdotas burdas y las referencias sexuales explícitas. Su estilo no busca construir una crítica social perspicaz ni desarrollar un relato cómico trabajado, sino simplemente apelar al impacto inmediato a través de la grosería.

El público de Viña, acostumbrado a espectáculos de nivel internacional, ha sido testigo en los últimos años de cómo el escenario más importante de Chile se ha convertido en un escaparate de la mediocridad. Los estándares han caído, y el Festival, que alguna vez acogió a verdaderos genios de la comedia, hoy abre sus puertas a exponentes cuyo mayor mérito es la transgresión sin contenido.

El problema de fondo no es Chiqui Aguayo en sí, sino lo que representa: una cultura donde lo burdo reemplaza a lo inteligente, donde la grosería sustituye al ingenio y donde la provocación gratuita se confunde con humor. Su éxito no es sino un reflejo de una sociedad que ha ido normalizando la mediocridad y elevándola a categoría de espectáculo.

El humor es un arte. Requiere talento, timing, creatividad y profundidad. No se trata de censurar la irreverencia, sino de exigir calidad y contenido. Lamentablemente, mientras exponentes como Aguayo sigan ocupando los escenarios más importantes del país, el humor chileno seguirá sumido en una espiral descendente donde la risa es fácil, pero el arte brilla por su ausencia.